Enfrentar el luto y procesar el duelo cuando fallece una persona próxima.

Enfrentar el luto y procesar el duelo cuando fallece una persona próxima.

Las investigaciones sobre el luto presentan diversos abordajes y puntos de vista. Algo que tienen en común es que, para comprender lo que nos ocurre en esta situación y entender el impacto de la muerte, es esencial conocer y comprender la importancia de los vínculos y del amor entre las personas.  

Ya sea desde las teorías más clásicas o desde las modernas neurociencias, este aspecto es muy relevante para entender por qué nos puede afectar y resultar costoso sobreponernos a una pérdida, incluso en los casos en que por estar presente alguna enfermedad prolongada ya se sabe que podría ocurrir, o se espera que ocurra a cualquier momento, la vivencia es siempre particular.

El luto puede entenderse como una reacción emocional normal que se presenta a partir de las dificultades en aceptar la pérdida, y que tiende a disminuir con el tiempo, en la medida en que se procesa y se da sentido a esta pérdida.

El duelo explicado por las neurociencias.

En momentos difíciles, el cerebro puede tener dificultad en procesar informaciones contradictorias. Por un lado, se registran las memorias de la muerte, del funeral y los ritos, que ayudan a tomar consciencia de la muerte como un hecho. Por otro lado, las vivencias y vinculación que teníamos con la persona, también llamadas de experiencias de apego, pueden interponerse en esta elaboración.    

Nuestras experiencias de apego se configuran desde muy temprano a través de las relaciones con nuestros primeros cuidadores y fundamentan la manera como nos vinculamos afectivamente con los demás a lo largo de la vida. 

Estos vínculos están en el centro de nuestras relaciones afectivas y solemos concienciarnos de ello cuando nos separamos por algún periodo corto, como durante algún viaje, por ejemplo. En el fondo, sabemos que esta separación es limitada y que luego volveremos a estar con aquella persona amada.

Cuando nos deparamos con la muerte, las informaciones que tenemos en la memoria y el vínculo de apego entran en colapso. Sabemos que aquella persona ya no está. Somos conscientes de su muerte. Y al mismo tiempo, nuestro aprendizaje de apego nos lleva por otro camino. Tras años de convivir, una parte de nuestro sistema nervioso se aferra a la noción de que esta persona querida, amigo, familiar, compañero estará siempre con nosotros.  

Este choque de realidad puede generar frustración, rabia, estrés y un flujo de sentimientos negativos que suelen acompañar el luto.  

Así como el amor está asociado a ciertas hormonas que nos dan placer, la pérdida de alguien importante se asocia a lo contrario. La necesidad de asimilar la nueva realidad y de reorganizarnos requiere tiempo, para acomodar los afectos en la ausencia del ser querido.

La neurociencia explica que el luto por la muerte de alguien querido se puede comprender, de cierta forma, como un trauma. Esto se justifica porque estas alteraciones colocan a la persona en una situación de gran ansiedad e hipervigilancia. 

El cerebro posee un sistema de vigilancia que se activa ante la percepción de amenaza, y si bien la muerte es un evento normal, la manera como se vivencia este momento de pérdida puede conllevar alteraciones que se observan en personas que han sufrido traumas, como sentir el corazón disparado, perder el sueño, alteraciones del apetito, del humor, tristeza prolongada, catatonia, etc.    

El luto muy prolongado suele llevar aparejado el ansia por un reencuentro, aunque se sepa de manera consciente que no es posible. Si bien la tristeza es diferente de la depresión, un luto no trabajado o no resuelto puede derivar en un cuadro depresivo.  

Algunas personas son más sensibles al dolor de la pérdida y esto puede relacionarse a cuestiones diversas, por ejemplo, al momento de vida en que toca enfrentar dicha pérdida, el apoyo percibido en el ambiente, las posibilidades de elaboración del luto a través de los rituales de despedida, etc., además se puede presentar conjuntamente la necesidad de afrontamiento de otras cuestiones y requerir el desarrollo de competencias para poder elaborarlo de la mejor manera.

Terapia para afrontar el Luto

El acompañamiento profesional en una terapia psicológica puede aportar los marcos que se requieren para afrontar de la mejor manera un momento de pérdida de un ser querido.

Los parámetros elaborados por la psiquiatra Kübler-Ross sobre los estadios del luto (negación, rabia, negociación, depresión y aceptación) pueden orientarnos en este proceso. Es importante recordar que no todos los estadios son obligatorios ni ocurren en el mismo orden. 

La psicoterapia puede servir de apoyo en estos casos ya que constituye un espacio protegido y privilegiado para elaborar emociones contradictorias y encontrar estrategias de afrontamiento y recursos que sean adaptativos y coherentes con nuestros valores. 

¿Es posible superar el Luto?

Los rituales de duelo y el apoyo de familiares y amigos facilitan transitar desde el duelo agudo a un lugar donde se comprende la pérdida como parte de la realidad. Es importante dar al ser querido un lugar en nuestros corazones y, al mismo tiempo, restaurar el bienestar y la capacidad de seguir adelante con la vida.

Es muy importante trabajar en la perspectiva de marcos de recuperación y en la aceptación del luto, como también llevar en cuenta que el tratamiento en estos casos no es lineal. 

Con el tiempo, el choque entre las memorias concretas y el apego pueden dar lugar a otras vivencias. El periodo de luto puede ser encarado como un periodo de aprendizaje.    

Es importante respetar el tiempo de cada uno para tener una perspectiva de lo vivido y poder acostumbrarse a la falta. Este tiempo de procesar varía entre las personas. 

También es importante tener en cuenta que, si el sufrimiento por el luto se prolonga demasiado en el tiempo, la elaboración puede dificultarse y puede ser necesario el apoyo de medicación para afrontarlo.

Por eso es siempre importante tener en cuenta las cuestiones y circunstancias individuales y recurrir a ayuda profesional. Es aquí donde la ayuda de un Psicólogo puede hacer la diferencia para una elaboración más ajustada y un buen soporte y acompañamiento. 

REFERENCIAS:

  1. Shear, M. K. (2015). Complicated grief. New England Journal of Medicine, 372(2), 153-160. doi:10.1056/NEJMcp1315618
  2. Zareiyan A., Sahebi A., Nejati-Zarnaqi B., Mosaed R., Ozouni-Davaji R.B. (2024). The prevalence of prolonged grief disorder (PGD) after the natural disasters: A systematic review and meta-analysis. Public Health Pract (Oxf);7:100508. doi: 10.1016/j.puhip.2024.100508. PMID: 38803465; PMCID: PMC11128508.
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  6. Edinger, Edward. (2004). Ciencia del Alma; una perspectiva junguiana. Paulus.sao Paulo. Brasil. ISBN 85-34921162-8
  7. Grof, S.y Grof, C. (1989). El poder curativo de las crisis. Biblioteca de la nueva conciencia. Kairós. Barcelona. ISBN: 84-7245-260-3

 

 

 

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